Una nunca sabe de dónde va a llegarle la inspiración. El otro día la encontré tras la lectura del artículo “De cómo los edificios, los espacios públicos influyen en nuestro cuerpo y mente” David Dorenbaum. (El País ha realizado una selección de artículos escritos por este médico pediatra y psiquiatra psicoanalista cuya lectura te recomiendo).
La primera vez que leí la idea de que mi cuerpo era mi casa fue en el libro de Thérèse Bertherat “El cuerpo tiene sus razones”. Fisioterapeuta francesa creadora del método Antigimnasia ® Fue un libro que encontré “por casualidad” en una librería y por aquel entonces esta asociación de espacios no la tenía presente. Tengo que decir que la lectura de este libro fue mi puerta de entrada al apasionante mundo de la Antigimnasia. Todo un arte de pedagogía corporal orientada al conocimiento de nuestro cuerpo- casa y a nuestra historia. También fue una reconciliación con el mundo de la fisioterapia en la que por primera vez y de la voz de una fisioterapeuta se humanizaba al cuerpo.
“En este momento, en el lugar preciso en que usted se encuentra, hay una casa que lleva su nombre. Usted es su único propietario, pero hace mucho tiempo que ha perdido las llaves. Por eso permanece fuera y no conoce más que la fachada.

No vive en ella. Esa casa, albergue de sus recuerdos más enterrados, más rechazados, es su cuerpo.”
“Si las paredes oyesen…” En la casa que es su cuerpo, sí oyen. Esas paredes que lo han oído todo y no han olvidado nada son sus músculos. En el envaramiento, en las crispaciones, en la debilidad y en los dolores de los músculos de la espalda, del cuello, de las piernas, de los brazos, del diafragma, del corazón, y también en los de la cara y en los del sexo, se revela toda su historia individual, desde el nacimiento hasta el día de hoy.
Sin siquiera darse cuenta, desde sus primeros meses de vida usted reaccionó a las presiones familiares, sociales, morales. “Ponte así, o asá. No toque eso. No te toques. Pórtate bien. ¡Pero vamos, muévete! Date prisa ¿A dónde vas tan deprisa? Confundido, se plegaba a todo como podía. Para conformar, tuvo que deformarse. Su verdadero cuerpo, naturalmente armonioso, dinámico, alegre, fue sustituido por un cuerpo extraño al que acepta mal, que en el fondo de sí mismo rechaza. “Es la vida_ dice_ ¡Qué le vamos a hacer! Pues yo le digo que sí, que se puede hacer algo y que sólo usted puede hacerlo. Aún no es demasiado tarde. Nunca es demasiado tarde para liberarse de la programación del pasado, para hacerse cargo del propio cuerpo, para descubrir posibilidades todavía insospechadas”
(El cuerpo tiene sus razones. .Autocura y antigimnasia® Thérèse Bertherat)
Soy una persona sensible a los espacios que me rodean. Me atraen la arquitectura y la decoración de casas. Las rehabilitaciones, las obras. El antes y el después. Me fascina. Y llega la Antigimnasia y me introduce el término casa cuerpo. Pues con la intuición de que por ahí debían dirigirse mis pasos me puse en contacto con su creadora, Thérèse Bertherat y no sólo se abrió una puerta, se abrieron todas las puertas y las ventanas de mi nuevo hogar. De mi espacio interior. A fuego lento, tengo que decir. Este trabajo minucioso, respetuoso, preciso y conciso fue tejiéndose a mi ritmo. El ritmo que me permitía a medida que participaba en las sesiones. Estas se sucedían como las estaciones del año y de ese inicio ya han pasado dieciséis primaveras.
Hablando de mi nueva forma de relacionarme con mi cuerpo, este proceso tuvo lugar en el espacio acogedor de las salas de antigimnasia en las que he ido elaborando mi historia, descubriendo nuevos territorios de mi cuerpo que ni siquiera sentía que existían.

Todavía me acuerdo de la primera vez que crucé el umbral de una sala de Antigimnasia. De la oscuridad del vestíbulo oscuro y pequeño del apartamento parisino, el umbral me proyectaba a un espacio luminoso, claro, ordenado, acogedor, donde mis pies podían apoyarse descalzos gracias a la suavidad de una moqueta inmaculada. Un espacio sin espejos, sin muebles, donde la única decoración era el material natural y colorido de este método. De repente me sentí sobrecogida, sin saber dónde posicionarme ante tal inmensidad. Me envolvía una especie de vacío. Ese vacío necesario que permite un lugar de posibilidad. En ese espacio que me acogía, pude emprender una nueva forma de habitar mi cuerpo.
“La arquitectura es al hombre lo que el cuerpo es al alma” Tadao Ando
La antigimnasia y su espacio permiten un lugar de posibilidad. De reconciliación y descubrimiento de nuestra casa, nuestro cuerpo. De responsabilizarse de nuestro propio cuerpo. De emprender una relación con él más allá del dolor. A veces el dolor es una puerta de entrada pero una vez que este se libera, empieza verdaderamente el mundo de los posibles. Una nueva forma de habitar tu cuerpo hacia un bienestar que no creías antes posible. Este bienestar surge tras la comprensión y el respeto de las razones de tu cuerpo.
Este proceso es uno de los mejores regalos que puedes hacerte. En este camino no estás sol@.
¡Entra! No te quedes en la puerta. Te acompaño

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